Cerebro de Cirach

¿Se puede curar un psicópata?
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El protagonista de INVENTING CIRACH es una persona narcisista, que no siente empatía hacia el sufrimiento ajeno, ni remordimientos, con cierta inteligencia que le permite manipular a quienes tiene alrededor, y que suele reincidir en sus acciones.

Revisemos ahora, brevemente, los rasgos dominantes del trastorno narcisista de la personalidad de INVENTING CIRACH tal como se representan típicamente, especialmente en el nivel intermedio o segundo en gravedad (Kernberg, 1997).


1. Patología del EGO; estos pacientes muestran un egocentrismo excesivo, excesiva dependencia de la admiración de los otros, predominio de fantasías de éxito y grandiosidad, evitación de realidades que sean contrarias a la imagen inflada que tienen que sí mismos, y episodios de inseguridad que perturban su sentimiento de grandiosidad o de ser especiales.


2. Patología de la relación con los otros: estos pacientes sufren una envidia desorbitada, consciente e inconsciente. Muestran avaricia y conducta explotadora hacia los otros, se sienten con derecho, devalúan a los otros, y son incapaces de depender realmente de ellos (en contraste con necesitar su admiración). Muestran una falta llamativa de empatía con los demás, superficialidad en su vida emocional, y carecen de capacidad para comprometerse con las relaciones, objetivos o propósitos conjuntos con los otros. Una falta de consideración hacia los otros descarta cualquier capacidad de culpa o remordimiento por dicha conducta devaluadora. El narcisismo maligno, un síndrome específico mencionado previamente, refleja una patología severa del superyó caracterizada por la combinación de trastorno narcisista de personalidad, conducta antisocial, agresión egosintónica (dirigida contra uno mismo y/o contra otros), y marcadas tendencias paranoicas.


Los pacientes con trastorno narcisista de la personalidad pueden presentar complicaciones típicas de este trastorno, incluyendo promiscuidad o inhibición sexual, dependencia de drogas o alcoholismo, parasitismo social, tendencias suicidas o parasuicidas graves (tipo narcisista), y, bajo condiciones de estrés y regresión severos, la posibilidad de desarrollos paranoides significativos y breves episodios psicóticos.


Por eso, entre la comunidad científica se ha instaurado la idea de que son reincidentes y no tienen cura, no hay que olvidar que CIRACH estuvo en reinserción a los efectos de curar esta enfermedad, y reinsertase afirmativamente en la sociedad.

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Esta es una de las discusiones más importantes en el campo.


Hare, quien lleva investigando psicópatas desde hace más de cuatro décadas, indica que “yo no hablaría de tratamiento sino de control de su comportamiento. Durante toda mi carrera he estudiado centenares de psicópatas, y no creo que haya posibilidades de cambiarles. No sienten ningún tipo de dolor psicológico. Sólo modifican su manera de actuar si les conviene desde una perspectiva egoísta”, y este es el caso de Héctor.


Sin embargo, Kent Kiehl no arroja la toalla: “Todavía nos faltan muchos detalles por aprender del cerebro de los psicópatas. Lo más importante es continuar haciendo investigación científica con técnicas de neuroimagen y biología molecular”.


Kiehl ha realizado estudios mostrando que diferencias en el sistema paralímbico pueden mermar el control de la impulsibilidad, disminuir emociones como empatía, memoria emocional, o percepción del dolor, y afectar al aprendizaje y la toma de decisiones. Para él, el psicópata es fruto de un entorno, pero también de una enfermedad mental con base físiológica que puede diagnosticarse y, eventualmente, tratarse.


De hecho, Kiehl está desarrollando un proyecto desde la Universidad de Nuevo México para identificar psicópatas con escáneres cerebrales portátiles, y aspira a que la imagen por resonancia magnética pueda convertirse en una herramienta más precisa que las encuestas psicológicas para diagnosticar psicopatía.


La idea es que un psicópata puede aprender a mentir ante ciertas pruebas, pero difícilmente podrá modificar su actividad cerebral bajo un escáner. Incluso participó como testigo de la defensa en el primer caso en que un abogado solicitó como prueba exculpatoria el fMRI de un asesino alegando importantes deficiencias. El juez finalmente no lo contempló y condenó a muerte al psicópata Brian Dugan.


Robert Hare se muestra preocupado por lo que él considera una excesiva y precipitada fe en las imágenes cerebrales. “Debemos ser muy cautos con la neuroimagen, porque todavía no sabemos bien la diversidad que existe entre gente normal, o con otras condiciones que nada tienen que ver con la psicopatía.


Los estudios de Kiehl son prometedores y nos van a dar mucha información, pero es todavía muy prematuro y arriesgado intentar discernir psicópatas con técnicas de neuroimagen”, expresa a SINC. Kiehl no descarta que en un futuro próximo la neurociencia nos permita predecir la psicopatía, tratarla para prevenirla, e incluso replantearnos el concepto de culpabilidad de ciertos criminales.


La madrileña Virginia Barber es directora de los juzgados de salud mental del condado de Queens en Nueva York. El trabajo de esta doctora en psicología forense es evaluar si alguien que ha cometido un crimen puede beneficiarse de un tratamiento en comunidad como alternativa a la encarcelación. “Básicamente analizamos si hay enfermedad mental, comprobamos que no sean psicópatas, valoramos el riesgo de violencia, y detectamos que no estén intentando engañarnos. Hacemos un informe para el juez, y él lo utiliza para elegir una pena u otra”, explica.


Hablar con esta psicóloga que trabaja a diario con criminales y tiene la responsabilidad de valorar si pueden integrarse en la sociedad o no, es todo un baño de realidad. 


“La investigación científica en neuroimagen está ofreciendo resultados muy interesantes, y a nivel académico podemos discutir todo lo que quieras sobre sus implicaciones filosóficas en el concepto de culpabilidad, y la naturaleza de la mente humana. Pero plantear que el fMRI pueda en estos momentos tomarse en cuenta como diagnóstico en los juzgados es absolutamente irresponsable. Casi una ridiculez. Se ha intentado en varias ocasiones, y nunca se ha admitido por el simple motivo de que no supera unos criterios mínimos de fiabilidad. 


Ni de cerca permite demostrar causalidad”, explica Virginia, insistiendo en que es fundamental distinguir claramente entre un psicópata y alguien con conducta antisocial: “En las prisiones un 75% de individuos están diagnosticados con trastorno antisocial, pero sólo un 15% se pueden considerar psicópatas peligrosos que no sienten empatía, ni arrepentimiento, y que tienen altísimas posibilidades de reincidir”.


Respecto a la rehabilitación de los psicópatas, Virginia muestra un optimismo moderado: “En los últimos cinco años han aparecido varios estudios sugiriendo que algunos tratamientos con terapias cognitivas y conductuales bien estructuradas pueden dar resultados positivos. La rehabilitación completa no parece factible. 


Pero sí hay más indicios que invitan al optimismo”. Su valoración de los artículos de Raine y Fontaine no es positiva: “metodológicamente tienen limitaciones. En el de Fontaine, la evaluación de los profesores no es un criterio sólido. Y respecto al de Raine, la respuesta al miedo en niños de tres años está muy condicionada a muchos otros factores que a esa edad afectan al grado de ansiedad”.