EL LIBRO MALDITO

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La noche se cernía sobre la mansión, densa y opresiva, cual sudario sobre un difunto. El viento aullaba entre los cipreses, arrastrando consigo hojas secas que golpeaban las ventanas como almas en pena. En la penumbra de mi estudio, iluminado apenas por la vacilante llama de una vela, me hallaba absorto en la lectura de un volumen de procedencia incierta, rescatado de las profundidades de una estantería olvidada.


Su tacto era repulsivo, la cubierta de una extraña piel aceitosa, y su olor, rancio y perturbador, diferente a cualquier pergamino que hubiese conocido. Las páginas, amarillentas y quebradizas, estaban plagadas de ilustraciones grotescas, símbolos arcanos teñidos de un rojo sanguinolento, y extraños conjuros inscritos en un latín profano. La portada, carente de título o autor, ostentaba un símbolo en relieve, dos "uves" contrapuestas, la superior invertida y de mayor tamaño, un jeroglífico que me recordó a la "Luz Bella", el dios creador según antiguas creencias.


A pesar de la inquietud que embargaba mi alma, la curiosidad me impulsó a descifrar su contenido. Lo que encontré fue una narración perturbadora, una historia de amor traicionada, de rebeldía y destierro, protagonizada por la mismísima "Luz Bella". No se trataba de un relato de ficción, sino de una crónica avalada por textos sagrados, algunos apócrifos, pero citados con precisión inquietante.


La visión que ofrecía de las divinidades era blasfema, presentándolas como seres imperfectos, sujetos a pasiones y errores, tal como nosotros, simples mortales. Esta herejía resonaba con las palabras de las Escrituras, que nos revelan que fuimos creados a su imagen y semejanza, una verdad que la Iglesia ha intentado ocultar durante siglos.


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El libro relataba la historia de un joven dios, engañado y despojado de su amada, que alzó su voz en rebeldía. Su osadía le valió el castigo supremo: ser encerrado en un cuerpo humano, una prisión de carne y hueso creada por él mismo. Así, la "Luz Bella" se convirtió en el Adversario, el origen de todo mal, una figura vilipendiada y temida por las religiones del mundo.


Ahora, despojado de su memoria y sus poderes divinos, vaga por la Tierra, sufriendo los ataques de aquellos que, manipulados por Hermes y sus secuaces, lo consideran su enemigo. Hermes, arrepentido de su traición, lucha a su lado, aunque su naturaleza mortal lo condena a la fragilidad y al olvido.


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Este libro, un compendio de herejías y revelaciones, clama que el verdadero Dios creador se encuentra entre nosotros, mientras adoramos a falsos ídolos. Sus símbolos, inscritos en las páginas, son la clave de su liberación, la respuesta a los enigmas que atormentan a la humanidad, el precio de su sufrimiento.


El cuadro de Melpómene en el viejo hotel, las sombras que acechan a actores y técnicos, todo parece converger en esta revelación macabra. ¿Por qué este libro ha llegado a mis manos? ¿Qué papel debo desempeñar en este drama divino?


El guion de la película, que he comenzado a comprender en su totalidad, insiste: "El libro es la solución". Pero, ¿la solución a qué?


¿La liberación de un dios cautivo? 


¿La redención de una humanidad engañada?


La noche continúa su implacable avance, y la vela se consume lentamente, arrojando sombras danzantes sobre las páginas del libro. Un frío glacial recorre mi espina dorsal, una premonición de que mi vida está a punto de cambiar para siempre.

Lord Marchen.