EL INICIO
Soy Lord Marchen, y mi pluma, antaño danzante sobre pergaminos de placenteras crónicas sociales, hoy se ve forzada a registrar los anales de un horror que hiela la sangre. El Dr. David Mendoza, cuyo nombre susurran los vientos con una mezcla de reverencia y temor, me ha comisionado como cronista de su más reciente y enigmático proyecto: el cortometraje titulado "Las Otras Almas".
Mendoza, un hombre cuyo intelecto parece navegar en las turbulentas aguas de la ciencia y la magia, ha reunido a un elenco de almas peculiares para esta empresa. Ismael de Vil, un buscador de lo imposible, un hombre cuya obsesión por hallar sirenas raya en la demencia, y Macatangay, un oriental enigmático, cuyo silencio es tan profundo como el océano que dicen guarda los secretos del mundo.
Las grabaciones nos han llevado a un caserón que parece haber emergido de las pesadillas de un loco. Sus muros rezuman historias de tragedias olvidadas, y sus sombras se retuercen en formas que desafían la razón.
Mendoza, con la pasión de un fanático y la precisión de un científico, dirige cada escena. Sus ojos arden con una luz extraña, y sus manos gesticulan como si estuviera conjurando fuerzas invisibles.
De Vil, ajeno a la atmósfera opresiva del caserón, se dedica a sus propios menesteres. Ha traído consigo una parafernalia de instrumentos arcanos, con los que busca establecer contacto con las sirenas que, según él, habitan en las profundidades del caserón.
Macatangay, el oriental, es un enigma en sí mismo. Su presencia es silenciosa pero inquietante, y su mirada penetrante parece leer en el alma de cada uno de nosotros.
A medida que los días se funden en noches, la realidad se distorsiona y los límites entre lo natural y lo sobrenatural se desdibujan. Objetos se mueven sin causa aparente, puertas se abren y cierran con un susurro fantasmal, y ecos de voces desconocidas resuenan en los pasillos vacíos.
De Vil, cada vez más convencido de la presencia de las sirenas, se ha vuelto errático en su comportamiento. Habla en lenguas extrañas, y sus ojos brillan con una luz febril.
Macatangay, por su parte, parece haber caído bajo la influencia de una fuerza maligna. Su rostro se ha demacrado, y sus movimientos son espasmódicos y antinaturales.
La locura se ha apoderado de nosotros. Los sucesos paranormales se han intensificado, y el miedo nos paraliza. La línea entre la realidad y la ficción se ha roto, y ya no sabemos qué es real y qué es producto de nuestra imaginación.
Una noche, mientras filmábamos una escena en el ático, una luz cegadora inundó el caserón.
La memoria se fragmenta en imágenes inconexas.
Recuerdo los gritos, el terror, la sangre. Luego, la oscuridad.
Desperté en mi cama, con la mente confusa y el corazón latiendo con fuerza. ¿Fue todo una pesadilla? ¿O acaso fuimos testigos de una realidad que desafía nuestra comprensión?
A partir de ahora compartiré, mi experiencia de cronista con vosotros.