KANDINSKY Y ARQUETIPOS

El punto geométrico encuentra su forma ma­terial en la escritura: pertenece al lenguaje y sig­nifica silencio.

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En la conversación corriente, el punto es sím­bolo de interrupción, de no-existencia (compo­nente negativo) y al mismo tiempo es un puente de una unidad a otra (componente positivo). Tal es en la escritura su significado intrínseco. / El punto es además, en su exterioridad, sim­plemente el elemento práctico, utilitario, que des­de niños hemos conocido. El signo exterior se vuelve costumbre y oscurece el sonido interior del símbolo. / Lo interior queda «amurallado» dentro de lo exterior. / El punto pertenece al estrecho círculo de los fenómenos cotidianos con su nota tradicional: la mudez. / El sonido del silencio cotidiano es para el punto tan estridente, que se impone sobre todas sus demás propiedades. / A causa de su lenguaje monótono, todos los fenómenos corrientemente tradicionales se vuel­ven mudos. No oímos más su voz y el silencio nos rodea. Yacemos muertos bajo lo «práctico-funcional». /

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A veces una conmoción extraordinaria puede sacarnos del estado letal hacia una recepción viva. Sin embargo, no pocas veces aun el más fuerte sacudión no alcanza para convertir el es­tado letal en viviente. Las conmociones prove­nientes del exterior (enfermedad, desgracia, pre­ocupaciones, guerras, revolución) irrumpen con violencia y con efecto largo o corto en el campo de los hábitos tradicionales. Esta irrupción, em­pero, no es percibida frecuentemente sino como una «injusticia» más o menos intempestiva. En­tonces se impone sobre todos los demás senti­mientos el deseo de regresar cuanto antes al sis­tema de los hábitos tradicionales.

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Las conmociones provenientes desde adentro son de otro tipo. Su causa está en el hombre mis­mo y dentro de él actúan. El hombre no es un espectador a través de una ventana, sino que se ubica en la calle. La vista y el oído atentos transforman mínimas conmociones en grandes vivencias. De todas partes fluyen voces y el mundo entero resuena. Como un explorador que se interna en territorios desconocidos, hacemos nuestros descubrimientos en lo cotidiano. El ambiente, comúnmente mudo, comienza a ex­presarse en un idioma cada vez más significati­vo. Así, se vuelven símbolos los signos muertos y lo muerto resucita.

Naturalmente, la nueva ciencia artística sólo podrá surgir cuando los signos se vuelvan sím­bolos y el ojo y el oído abiertos permitan sal­tar del silencio a la palabra. Quien no sea ca­paz de observar debe dejar en paz el arte teó­rico. Sus intentos en cuanto al arte no llevarán a ningún sitio, antes bien, acentuarán la separa­ción hoy existente entre hombre y arte. Justa­mente son estas personas quienes hoy tratan de poner detrás de la palabra arte el punto final. / Mediante el arranque paulatino del punto de su letargo habitual, sus propiedades actualmente silenciosas engendran un sonido cada vez más recio. Estas propiedades —tensiones internas— surgen una tras otra desde lo profundo de su ser e irradian su influencia y efectos sobre el hom­bre, superando cada vez con mayor facilidad las inhibiciones de la costumbre. En resumen: el punto muerto se vuelve un ser viviente.