Para abordar el conflicto, es pertinente mencionar algunas diferencias entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa, porque esas diferencias ayudan a entender los sucesos descritos, aunque fundamentalmente se cree en lo mismo. Una de esas diferencias es que mientras la Iglesia Católica utiliza el calendario gregoriano, la Ortodoxa utiliza el juliano. Debido a eso, hay algunas diferencias de fechas para establecer las festividades importantes. Otra de las diferencias, y una de las más importantes, es acerca del Papa, y el Primado de Pedro. Los ortodoxos aceptan que el Papa sea el obispo de Roma, pero no que su autoridad trascienda fuera de la Santa Sede. Ellos oponen sus propios primados, como Constantinopla, Jerusalén, o Moscú, conocida también como la “Tercera Roma”. Además, cuestionan la infabilidad del Papa, argumentando que un hombre, por pecador, no puede ser infalible, ya que es imposible que coexistan pecado e infabilidad en un ser humano.
Siendo que la Ortodoxia funciona de manera distinta al Catolicismo, no existe una jerarquía, como la que pone al Papa arriba de los Obispos. En el caso del Patriarca Ecuménico, que es el título que ostenta Bartolomé, Patriarca de Constantinopla, este tiene un nombramiento de “primero entre iguales”. Por iguales se refiere uno a los Patriarcas y Obispos de distintas iglesias autocéfalas, muchas de las cuáles son iglesias nacionales. Sin embargo, muchas de estas no lo son, lo que lleva a disputas intra eclesiásticas por jerarquía y jurisdicción. Además, hay iglesias que son reconocidas por Moscú o por Constantinopla. La Iglesia Ortodoxa de América es un ejemplo.
En el caso de la Iglesia Ortodoxa también cada iglesia es autocéfala. Esto significa que decide su propio camino referente al diálogo, encuentro, y cualquier forma de relacionarse con otras iglesias. Esto lo ha afirmado el padre Manuel Nin, sacerdote benedictino de rito católico oriental, nombrado por el Papa Francisco como Exarca Apostólico de los católicos bizantinos en Grecia. La pertenencia a una Iglesia Autocéfala es garantía de no ser hereje. Esto conlleva poder recibir válidamente el Sacramento de la Eucaristía, aunque no sea su iglesia local. Para los sacerdotes significa que pueden concelebrar con otros sacerdotes que no son de su iglesia. Asimismo, es garantía de estar en una iglesia reconocida, respaldada por el Consejo Mundial de Iglesias.
De acuerdo al mito fundacional de la Iglesia Ortodoxa originalmente existía la Pentarquía. La Pentarquía consistía en que cinco patriarcados la componían. Estos son Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Roma y, posteriormente, entraría Constantinopla. El cisma de 1054 redujo las Iglesias a cuatro, con Constantinopla como la Iglesia estatal de la potencia política de aquel entonces, y era la más importante en términos de honor. Posteriormente se formaron nuevas iglesias en zonas que hoy están ubicadas en el territorio de varios estados nación. Estas son las iglesias autocéfalas en Chipre, Rusia, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Georgia, Grecia, Polonia, Albania, Eslovaquia y la República Checa, así como iglesias autónomas en Finlandia y Estonia. Casi todas recibieron su autocefalia de Constantinopla. Rusia incluida.
Actualmente son quince los patriarcas que dirigen las Iglesias. Entre ellos están el de Moscú, Constantinopla, Antioquía, Alejandría, Armenia, Jerusalén, Rumanía, Bulgaria, Chipre y Grecia.
Como se ha mencionado antes, a lo largo de los siglos han emergido nuevas iglesias locales. Estas han surgido conforme han ido sucediendo eventos geopolíticos. Para 2018 el número de iglesias autocéfalas era cerca de quince, siendo la más grande la rusa, y la más pequeña la Iglesia de las Tierras Checas y Eslovaquia.
La autocefalia suele ir acompañada de independencia política. En especial desde el siglo XIX, cuando empieza a verse a las iglesias locales como iglesias nacionales. De esta manera, un ataque contra la iglesia equivale a atacar a la patria. La división más importante en tiempos modernos sucedió en la Grecia independiente. El Patriarca de Constantinopla ejercía espiritualidad sobre los cristianos en los Balcanes y Grecia mientras el Imperio Otomano tenía esos territorios bajo su jurisdicción. Sin embargo, cuando Grecia se independiza de los otomanos, emerge una nueva Iglesia Griega en 1833, independiente de Constantinopla. Solamente se trabajó un compromiso en 1850, aunque gran parte de Grecia sigue siendo parte de la nueva iglesia griega del período post independencia.
Es tema de debate el quién tiene la autoridad para otorgar la autocefalia en ausencia de una figura como el Papa. A la mayoría de las iglesias locales, la autocefalia les fue otorgada por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla. Los medios y procedimiento para la autocefalia son complejos, y han ido evolucionando a lo largo del tiempo. En vez del Papa, está el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, reconocido por todas las iglesias autocéfalas como el “Primero entre Iguales”. Siendo así, no puede intervenir en los asuntos internos de otras iglesias. Sin embargo, es reconocido por los líderes de estas como unificador en el mundo ortodoxo, con derecho a otorgar la autocefalia en los territorios bajo su jurisdicción. El primer paso previo a otorgar la autocefalia era restablecer la jurisdicción de Constantinopla sobre Ucrania. Esto sucedió en octubre de 2018, y se aceptó por el Patriarcado de Kiev y la Iglesia Ucraniana Ortodoxa Autocéfala.
Hay que mencionar que los cismas son raros. Sin embargo, han sido importantes a la hora de la creación de las nuevas iglesias nacionales. Esto en especial en el sur de Europa, durante su liberación del yugo de los otomanos.
Para algunos de los espectadores del conflicto, la disputa entre Moscú y Constantinopla acerca de la autocefalia ucraniana es la mayor división en el cristianismo desde el cisma de 1054.
Ambas iglesias, tanto la ucraniana como la rusa, remontan sus orígenes a la fundación de la Rus de Kiev. Esta tuvo su metropolitano (obispo debajo del Patriarca) cuando el Príncipe Vladimir el Grande de Kiev adoptó como religión el cristianismo ortodoxo en el año 988. El jerarca eclesiástico de esta zona fue denominado Metropolitano de Kiev y de todas las Rus (término que involucraba a todos los eslavos del este que habitaban en lo que hoy es Bielorrusia, Ucrania, y el sudoeste de Rusia). Kiev fue tomada por los mongoles en el año 1241, marcando el fin de la Rus de Kiev. La conquista mongola tuvo consecuencias duraderas. Una de estas fue la división del mundo Eslavo Oriental entre lo que se convertiría Rusia en el norte, y Ucrania y Bielorrusia en el oeste y el sur. Kiev fue el centro espiritual de los eslavos orientales, aunque el poder económico y político los iba adquiriendo Moscú. Al caer Kiev ante los mongoles, el metropolitano primero se relocalizó con Vladimir en Rusia Occidental, y luego en Moscú. Sin embargo, siguió manteniendo el título de Metropolitano de Kiev y todas las Rusias.
Hay que recalcar que Moscú iba ganando poder a la sombra de Constantinopla, que iba siendo conquistada por el Imperio Otomano. Al caer Constantinopla, los clérigos en Moscú fueron afirmando que esta última se había convertido en el centro de la ortodoxia, lo que antes era la capital bizantina. Además, Moscú adquirió el título de la “Tercera Roma”. El monje Filoteo escribió “Dos Romas (Roma y Constantinopla) han caído. La tercera aún permanece. Y no habrá una cuarta”.
En 1325, el Patriarca de Kiev, Pedro, movió su sede a Moscú, tras la caída de Kiev ante los mongoles. Posteriormente, la Iglesia de Moscú se declaró independiente de Constantinopla. Entonces, su patriarca adoptó el título de Patriarca de Moscú y todas las Rus. Con esto, la Iglesia Rusa se posicionaba en un nivel igual al de los demás patriarcados. Además, esto significaba que Moscú buscaba desplazar a Kiev como el centro del mundo Eslavo Ortodoxo Oriental. Posteriormente, en 1685, las autoridades eclesiásticas rusas y el zar Pedro el Grande afirmaron su autoridad sobre Kiev, esto sin que Constantinopla lo aprobara. Al año siguiente, conforme la guerra con los otomanos se acercaba, el Patriarca Ecúmenico Dionisio de mala gana sacó una declaración que aprobaba la transferencia.
Un factor importante en la anexión de Kiev por parte de la Iglesia Ortodoxa Rusa fue la expansión del imperio de los zares bajo Pedro el Grande. De esta manera, incorporaban a Kiev y la parte oriental de la Commonwealth Polaco-Lituana. De esta manera, la Rus se había unificado, sin que Kiev fuera su centro. Esto sería posteriormente una espina en la historia del cristianismo ortodoxo, tanto para los nacionalistas ucranianos como para el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Este último vería en la acción como un desafío a su autoridad en la ortodoxia. Por otro lado, para los nacionalistas ucranianos, era una acción imperialista de parte de los rusos y una subyugación de su identidad nacional.
1686 es la fecha clave en la historia para la Iglesia Ortodoxa Rusa. El Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Dionisio, redactó un tomos, o edicto, en el que transfería la metropolí de Kiev a la jurisdicción de Moscú. De acuerdo a este documento, los metropolitanos serán elegidos por las iglesias locales. Por ende, el Patriarca de Moscú tiene el derecho de ordenar al Metropolitano. Sin embargo, este debe reconocer a Constantinopla y mencionar al Patriarca Ecuménico en sus oraciones.
Durante trescientos años, la iglesia ucraniana ha sido parte del Patriarcado de Moscú. En 1991, Ucrania adquiere su independencia de la URSS, y pudo haber formado una iglesia autocéfala, pero no lo hizo. Se recordaba que Kiev estaba arrendada hacia Moscú, con la condición de que el Patriarca de dicha ciudad mencionara al Patriarca Ecuménico de Constantinopla en las oraciones. Dicha condición fue rápidamente olvidada. Incluso en el siglo XX, los Patriarcas de Constantinopla hacían referencia al hecho de que la Metropolí de Kiev no era parte de Moscú, según los cánones de la Iglesia.
Después de más de setenta años de persecución por parte de la Unión Soviética, la Iglesia Autocéfala Ucraniana Ortodoxa revivió en 1990. Ese mismo año, el Patriarcado de Moscú le da al Exarcado de Ucrania el status de Iglesia Autogobernada bajo la jurisdicción de Moscú. Así se establece la Iglesia Ucraniana Ortodoxa del Patriarcado de Moscú. Dos años más tarde, un concilio en Kiev anuncia el establecimiento de la Iglesia Ucraniana Ortodoxa del Patriarcado de Kiev. Sin embargo, esta nueva iglesia fue tachada por Moscú como cismática, y no obtuvo el reconocimiento de ninguna otra iglesia.
Cabe mencionar que tres presidentes ya han hablado, desde el fin de la URSS, con el Patriarca Bartolomé acerca de la autocefalia de la Iglesia Ucraniana.
Cuando la Unión Soviética se desbanda, viene una diversificación del panorama religioso en Ucrania, con el establecimiento de las iglesias antes mencionadas. Se reconfigura la relación entre Moscú, Kiev y Constantinopla. Al poco tiempo, el clero ucraniano estableció una nueva jerarquía eclesiástica. Esto contó con el apoyo del entonces presidente Leonid Kuchma. La cabeza de esta iglesia adoptó el nombre de Patriarca de Kiev y Todas las Rus. Sin embargo, no obtuvo el reconocimiento de Moscú ni de Constantinopla. De la misma manera, ninguna otra iglesia la reconoció. Lo que sucedió fue que la Iglesia Ucraniana Ortodoxa fue una rama autogobernada de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Hay quienes consideran que el actual conflicto era inevitable desde la independencia de Ucrania en 1991. No hay país en Europa Oriental en el que el status de la Iglesia no haya sido tema político, y en el que los líderes no decidieran algo. En el caso de Rusia, la decisión va hasta 1589, cuando se eligió a Job como el primer Patriarca de Moscú, con Boris Godunov como Zar. Esto fue la culminación de un proceso largo en el que Rusia estaba surgiendo como un nuevo estado nacional.
Rusia y Ucrania tienen las más grandes poblaciones de cristianos ortodoxos. Son casi cien millones en Rusia, y unos treinta y cinco en Ucrania. Las iglesias en Moscú y Kiev desarrollaron tradiciones separadas en los tiempos medievales. El zar consolidó a las dos iglesias en 1686, tras crear una unión con Ucrania. Pese a que oficialmente la Unión Soviética era un estado ateo, tanto Rusia como Ucrania se reconectaron con sus raíces ortodoxas tras la caída de la Cortina de Hierro. Sin embargo, las fronteras post soviéticas no se vieron reflejadas por las Iglesias. Mientras que la Iglesia Ortodoxa Rusa quedó como única en Rusia, los cristianos ortodoxos ucranianos se dividieron en tres grupos, que son la Iglesia Ortodoxa Ucraniana sometida al Patriarcado de Moscú, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana sometida al Patriarcado de Kiev, y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana Autocéfala.
De acuerdo con un reporte de 2015 del Pew Research Center, varios ortodoxos europeos ven a los patriarcas nacionales como la principal autoridad religiosa. Sin embargo, al menos más de uno en seis, ven al Patriarca de Moscú como la máxima autoridad religiosa, aunque no se identifican como rusos en términos étnicos ni religiosos. Un estudio dos años más tarde, del mismo centro de investigación, sugería la existencia de una fuerte asociación entre religión e identidad nacional en la mayoría de los países ortodoxos en Europa Oriental. Al mismo tiempo, la mayoría concuerda en que necesitan que Rusia sea fuerte, para así balancear la influencia que tiene occidente.
Para los ucranianos, la religión es un elemento clave de su identidad nacional, independientemente de cuál sea esta religión. Lo mismo para con los rusos. Para ellos, el cristianismo ortodoxo es un elemento cultural. Aún así, el ateísmo de estado de más de setenta años ha impactado en su religiosidad. Además, el rol religioso y espiritual ha aumentado en la vida de los rusos bajo el gobierno de Vladimir Putin. Dicho mandatario ha utilizado a la Iglesia Ortodoxa en numerosas ocasiones con fines políticos. Un ejemplo de esto fue durante protestas contra la reelección de Putin en 2011 y 2012. El presidente ruso acudió a la Iglesia Ortodoxa. Esta condenó a los manifestantes como promotores de la degeneración occidental. Al mejorar sus relaciones con la Iglesia, el Kremlin promovió una visión patriótica que involucraba valores conservadores. La narrativa que sale de esta visión, es que el Kremlin protege a todos los rusos de las amenazas morales que son promovidas por occidente.
En diciembre de 2015 la Estrategia de Seguridad Nacional Rusa definía la preservación y desarrollo de los “valores tradicionales y morales rusos” como un interés estratégico nacional a largo plazo. Se podría calificar a la Ortodoxia como un componente clave del propio estado ruso, que forma su propia autoconcepción, poniendo expectativas en el rol de Rusia alrededor del mundo, y la manera en la que se le debería reconocer.
El patriarca Kirill ha tenido que mantener la autoridad de la iglesia rusa, a la vez que las acciones agresivas de Putin le han dado mala óptica. El líder de la Iglesia rusa ha alabado la reelección de Putin en 2012, y denunció a los manifestantes contra Putin en 2012. Sin embargo, la Iglesia rusa mantuvo un perfil bajo en el conflicto de Ucrania, a diferencia de los políticos. Sin embargo, en 2014 Putin dijo que Crimea era el “Monte del Templo Ruso”. Sin embargo, Kirill no está muy de acuerdo con esto. La anexión de Crimea no tuvo mucha base en la religión, pero se justificó presentando a Putin como el protector de todos los rusoparlantes alrededor del mundo, y no hay mucho que Kirill pueda hacer. La influencia del patriarcado de Moscú en Ucrania se ha alejado. Filaret, el patriarca ucraniano, ha predicho que muchas iglesias dependientes de Moscú se alejarían de ella una vez que Constantinopla diera la autocefalia.
También debe tomarse en cuenta que la Iglesia Ortodoxa Rusa es la más rica y poderosa de todas, teniendo la capacidad de subsidiar a las iglesias más pobres y pequeñas en los Balcanes y en Medio Oriente.
Con el estallido del conflicto en 2014 esto llevó a que docenas de iglesias en Ucrania cambiaran lealtades y a que los fieles del Patriarcado de Kiev aumenten en número. Fue así que buscaron el reconocimiento del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé. Es posible que, con el número de fieles de Kiev aumentando y los de Moscú disminuyendo, ambos cuenten con el apoyo de hasta el 25% de la población ucraniana cada uno. Además, aumentó de manera considerable el nacionalismo, llegando al ámbito religioso. La Iglesia Ortodoxa Ucraniana buscó con más perseverancia su independencia a raíz de la anexión de Crimea. Las identidades religiosas se politizaron, y muchos ucranianos fueron identificándose con el Patriarcado de Kiev. De esta manera, la población se debate sus lealtades. Los ortodoxos fieles a Moscú tienen doce mil parroquias en el este y sur, mientras que Kiev solamente tiene cuatro mil quinientas de estas. Sin embargo, este último tiene más fieles por parroquia.
El problema más inmediato es la manera en la que se transferirían las parroquias de la jurisdicción de Moscú a la Iglesia Rusa Ucraniana. Una ley ambigua se aprobó en enero de 2018 permitiendo la transferencia con un simple voto de mayoría, aunque esto no está claro. En respuesta a las alegaciones de interferencia estatal el Patriarcado de Moscú ha enviado a sacerdotes con abogados para resolver el asunto. De doce mil parroquias que están bajo la jurisdicción de Moscú, se cree que alrededor de 320 han cambiado lealtad desde la creación de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, algo que Moscú cuestiona.
El supuesto apoyo de parte del Patriarcado de Moscú a los movimientos de Putin en Ucrania fue lo que colmó la ira de Kiev para buscar su independencia.
Inicialmente, el Patriarca Kirill había adoptado una posición neutral en el campo ucraniano. Esto por el temor de perder a sus seguidores. Sin embargo, varios sacerdotes no compartieron su posición de neutralidad. Muchos bendijeron a los combatientes separatistas pro rusos, y permitieron que sus iglesias sirvieran como depósitos de armas. Un ejemplo fue un sacerdote que mezcló la poesía, la geopolítica y la religión. En poemas, expresaba su “amor por el gran soldado ruso, listo para morir por su patria, y defenderla de monstruos como la OTAN y otros terroristas predadores”. Otro caso fue que un sacristán de Kiev organizó la primera emboscada de la guerra dirigida contra operativos de la inteligencia ucraniana. Esto fue a inicios de la guerra, en abril de 2014, empezando este mes. Otros sacerdotes se negaron a oficiar los servicios de un niño por no haber sido bautizado en una iglesia reconocida por Moscú. Bastaron unos pocos incidentes como estos para polarizar a la sociedad, y minar el status de la Iglesia Rusa Ortodoxa en Ucrania. Con incidentes como este, la agresión rusa a sus vecinos ortodoxos ha minado el soft power que supone la Iglesia Ortodoxa para el Kremlin. Para 2018, Kirill vio descender sus niveles de confianza, en Ucrania, que fueron del 40% al 15% en 2018. En ese mismo periodo los ucranianos que se declaraban miembros de la iglesia del Patriarcado de Moscú bajó del 19% al 12%, mientras que con el Patriarcado de Kiev fue del 18% al 28%.
Hay que mencionar que la neutralidad de Kirill en el conflicto se debió a que Putin no lo vio como un mero subordinado. Lo que el patriarca hizo fue mostrar una neutralidad superficial. Sin embargo, no logró quedar bien ni con el Kremlin ni con los creyentes en Ucrania. Por eso la Iglesia Ortodoxa Rusa se vio en dificultades, por la larga historia que tenía de cooperación con Putin. Tarde o temprano, el Kremlin le exigiría su apoyo. Otro factor que jugó en contra de Kirill fue el panorama diverso en lo que a religión concierne en Ucrania.
Conforme el conflicto fue escalando, de nacionalismo llegó al ámbito religioso. La iglesia Ortodoxa Ucraniana de Kiev acusó a su contraparte Rusa de ser una herramienta de propaganda del Kremlin para apoyar a los rebeldes pro rusos en el Donbás. Esto es algo que ha sido negado por Moscú. Además, la escalada también conllevó que la identidad religiosa se politizara, con muchos ucranianos identificándose con el Patriarcado de Kiev. También hubo disputas por las propiedades eclesiásticas.
Fue entonces que el Patriarcado de Kiev, junto con el gobierno ucraniano, presionó al Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, viéndole como líder de la comunidad ortodoxa, para otorgarle la autocefalia a la Iglesia Ucraniana. Sin embargo, Kirill afirma que la Iglesia Ucraniana está bajo su jurisdicción. Por su parte, Constantinopla afirma que le otorgó la jurisdicción a Moscú de ordenar al Metropolitano de Kiev solamente ese año, ya que el dominio otomano impedía que Constantinopla ejerciera su jurisdicción sobre Kiev. Constantinopla afirma que nunca cedió el territorio ucraniano por medio de actos eclesiásticos. Más bien, otorgó al Patriarca de Moscú el derecho de ordenar o transferir al Metropolitano de Kiev, mientras que este sea elegido por un sínodo local de clérigos y seglares, reconociendo expresamente al Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores se vio con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé. Este fue explicito acerca del impacto de la gestión de Poroshenko. De acuerdo a Bartolomé, la Iglesia Ucraniana solicitó la autocefalia en siete ocasiones, sin ver respuesta alguna. También se recibieron peticiones del presidente y parlamento ucraniano. Y obispos bajo la jurisdicción de Moscú estaban a favor de la autocefalia. Había también una motivación religiosa en las intenciones de Poroshenko. Pretendía llevar a los millones de ucranianos que pertenecían a las iglesias no canónicas bajo la sombra de la iglesia canónica. Bartolomé consideraba una injusticia que quinientos mil fieles de la Iglesia Polaca Ortodoxa, y los cien mil ortodoxos en la República Checa y Eslovaquia, tuvieran su propia Iglesia independiente, pero no la tuvieran cuarenta millones de ucranianos.
Esta división intra ortodoxa ha añadido más leña al fuego en la guerra. Uno de los más fervientes opositores al cisma ha sido el propio Vladimir Putin, quién pretende erigirse como defensor del cristianismo ortodoxo. De acuerdo al mandatario ruso, el cisma no “producirá una disputa, sino un derramamiento de sangre”. Ha acusado a Bartolomé de querer “someter” el territorio ucraniano para posteriormente adueñarse de él. Si bien el tema del cisma ha provocado polémica en ambos países, y sido un tema principal en discusiones, no ha sido mucho lo que los oficiales rusos han dicho. Uno de los que sí ha hablado ha sido el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskoy. Él ha hecho eco de la retórica del Kremlin, afirmando que “Rusia defenderá los intereses de los ortodoxos así como defiende los de los rusos y rusoparlantes”. Se ha llegado a culpar a Bartolomé de las consecuencias negativas de lo que suceda, y que todo se desatará en Ucrania.
A raíz de estas divisiones, fue que el parlamento ucraniano, junto con el presidente Petro Poroshenko, le pidieron al Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé, la emisión de un tomos para el establecimiento de una Iglesia Ucraniana Ortodoxa independiente de Rusia. Por su parte, Bartolomé anunció su intención de emitir un tomos para la creación de una Iglesia Ucraniana Ortodoxa Autocéfala, con sede en Kiev. Moscú respondió cortando lazos con Constantinopla, y esto dio lugar al cisma. En diciembre de 2018 las dos iglesias no canónicas en Ucrania eligieron unirse en una sola entidad, que sería la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, que aún carece del reconocimiento de algunas de las iglesias. Lo siguiente que hizo Constantinopla fue enviar a dos obispos ucranianos a su lugar de origen desde Estados Unidos, quiénes actuarían como exarcas, o los enviados personales del Patriarca. Con un trasfondo político y bélico, y sin haber liderazgo de parte del patriarcado ruso, el presidente Petro Poroshenko se preparó para hablar del tema, y beneficiarse políticamente de él. En abril de 2018 le envió una carta al Patriarca Ecuménico de Constantinopla pidiendo la autocefalia para Ucrania. Esto fue apoyado por el Patriarcado de Kiev y la Iglesia Ortodoxa Ucraniana Autocéfala.
A finales de 2018, se eligió al metropolitano Epifanio como líder de la Iglesia Ortodoxa Unificada. Ese mismo mes, diciembre, Kirill escribió una carta a Bartolomé pidiéndole detener el proceso. Eso no tuvo efecto, ya que el cinco de enero de 2019, Bartolomé I, firmó el decreto que otorgaba la independencia de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Esto fue en presencia del metropolitano Epifanio, y del presidente Poroshenko. El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko se mostró agradecido con Bartolomé por lo que cree es su valentía a la hora de reconocer la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania. Fue este presidente quién decretó el fin del Tratado de Amistad entre Ucrania y Rusia, que se firmó en 1997, a causa de la guerra, y eventos subsecuentes como el derribo del avión MH17.
Lo que hizo Bartolomé fue actuar en respuesta al cabildeo del presidente Petro Poroshenko y el parlamento Ucraniano, buscando su aprobación para la creación de una iglesia autocéfala ortodoxa que no estuviera sometida a un poder extranjero, y además hostil. El problema es que el Metropolitano de Kiev, Onuphri, no ha prestado su apoyo para ello. Es decir, la Iglesia Canónica en Ucrania no es la que pidió la autocefalia de nadie. Además, otorgar la autocefalia a cualquier otra iglesia no funcionaria, porque ninguna de las otras Iglesias locales las reconoce como legítima.
Es de llamar la atención que el que recibió el decreto del Patriarca no haya sido el Metropolitano Epifanio, sino el presidente Petro Poroshenko. Además, el mandatario comparó este movimiento con el referéndum que le daría la independencia a Ucrania en 1991, así como con su aspiración a ingresar en la Unión Europea y en la OTAN. Para Petro Poroshenko la autocefalia era un asunto de seguridad nacional. Para él la decisión de Constantinopla de otorgar la autocefalia era una victoria sobre Moscú, incluso “una victoria del bien sobre el mal, luz sobre oscuridad”. Muchos ucranianos consideran a la Iglesia Ortodoxa como una herramienta del Kremlin. Sin embargo, Moscú argumenta que tiene autoridad legal sobre la Iglesia Ucraniana desde 1686, y que la Iglesia Rusa Ortodoxa nació en Kiev. Además, Putin ha alzado el prestigio de la Iglesia, y muchos de los sacerdotes están de acuerdo con su agenda nacionalista, llegando a bendecir sus armas o cohetes espaciales. Poroshenko ha acusado al Kremlin de intentar fomentar una guerra religiosa, y ha acusado a agentes del Kremlin de intentar confiscar propiedad eclesiástica. Para el Patriarcado de Moscú, los fieles no deben asistir a ceremonias, servicios u oficios celebrados por los clérigos leales a Constantinopla. También boicoteará servicios conjuntos entre iglesias ortodoxas.
Los patriarcas también han visto su prestigio perjudicado en medio de este conflicto. Por ejemplo, se acusa a Bartolomé de carecer de creatividad para la resolución. En vez de dar autocefalia a una iglesia determinada, lo que hizo Constantinopla fue renegar del acuerdo de 1687. Además, Kirill también ha perdido el apoyo de las élites, por la separación de la Iglesia Ucraniana. El perder a la grey ucraniana le ha restado simpatizantes. Para algunos, en el ámbito espiritual, debería solamente “dejarlos ir”.
El conflicto entre Constantinopla y Moscú ha hecho que tanto iglesias como potencias tomen partido por un bando o el otro. El reconocimiento de otras iglesias a la nueva iglesia ucraniana es algo de importancia geopolítica, debido a la ausencia de una figura como el Papa. El principio de “un país, una iglesia” era aceptado tanto como por Constantinopla como por Moscú.
Cada iglesia nacional puede manejar como crea conveniente los asuntos desde su propia perspectiva. Diversos Patriarcados, como el de Serbia, Alejandría, Jerusalén, Antioquía, o Rumania, se empezaron a alinear con Moscú o con Constantinopla. Por ejemplo, Alejandría se alineó con Constantinopla. Moscú también cortó relaciones con Alejandría. Un patriarcado que se puso del lado de Moscú fue el de Serbia. Este Patriarcado es un aliado cercano de Rusia, y ha afirmado que nunca reconocerá a la nueva iglesia ucraniana. Además, el Patriarcado de Serbia también ha visto dañados sus intereses a últimas fechas. En Montenegro, nuevo miembro de la OTAN, se está discutiendo una nueva ley que permite que se confisque la propiedad de la Iglesia Serbia. El Patriarcado de dicho país ha culpado a los hechos en Ucrania por esto.
Estas divisiones entre las demás iglesias han llevado a que el clero de Kirill no pueda servir junto a los clérigos de Bartolomé. Además, el público ruso no podrá participar en ninguno de los sacramentos, o misterios, de los griegos. Esto incluye comuniones, bautismos, y bodas. Las prohibiciones han llegado a tal punto que los rusos tienen prohibido visitar el Monte Athos en Grecia.
Sin embargo, las iglesias aún no terminan de decidirse entre Moscú y Constantinopla. Sin embargo, carecen de mucho campo para decidir, ya que fue Constantinopla quién les dio la autocefalia. Por ende, no pueden cuestionar el derecho de Bartolomé a otorgar la autocefalia.
Estados Unidos ha mostrado su apoyo para la autocefalia de la Iglesia Ucraniana, y esto ha provocado una reacción fuerte en Moscú. Putin ha acusado a Estados Unidos y Constantinopla de colaborar para apoyar al gobierno ucraniano y lograr la independencia de la iglesia. La propaganda del Kremlin asocia a Bartolomé con Estados Unidos. Con la habitual tendencia rusa de ver la mano de Estados Unidos detrás de todo lo que pueda afectarle, los círculos de política exterior rusa no tardaron en culpar a Washington de involucrarse también en el conflicto.
En 2018 se empezó a temer una escalada en la guerra del Donbás debido a las noticias del cisma entre la Iglesia Ruso Ortodoxa y Constantinopla, por los planes de esta última para crear una iglesia ucraniana independiente. Además, Poroshenko anunció sus intenciones de confiscar sitios religiosos pertenecientes a la Iglesia Rusa. Esto fue tomado como provocación por parte de Vladimir Putin, quién dijo que Rusia defendería a los rusos ortodoxos de la persecución e intromisión extranjera. Un escenario contemplando la confiscación de sitios representativos para la iglesia ruso ortodoxa, representaría una escalada que volvería más peligroso el conflicto. De hecho, en febrero de 2018 hubo ya enfrentamientos, cuando cientos de manifestantes exigieron la retirada de una iglesia recién construida por el Patriarcado de Moscú en Kiev. Los manifestantes exigieron que se retirada del sitio de museo donde estaba ubicada, y la policía tuvo que intervenir para evitar que se le prendiera fuego.
Liik, Metodiev, y Popescu, del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, afirman que si la Iglesia Ucraniana quiere ganarse a la gente, debería enfocarse en fe y no en política. Debe evitar la relación iglesia-estado como en Rusia. Además, debe lograr convencer a sus sacerdotes para que deserten de Moscú y se unan a la nueva Iglesia. De esta manera, habrá logrado consolidar una identidad nacional en Ucrania. También depende mucho de Constantinopla.
Esta, por su parte, debe lograr registrar de manera legal una nueva jurisdicción en Ucrania. Además, esto debe resultar en que las tres jurisdicciones ucranianas ortodoxas se combinen en una sola. Esto llevaría a que la sociedad ucraniana consolide su identidad, de acuerdo a Irina Du Quenoy. Por su parte, Liik, Metodiev y Popescu dicen que lo que debería hacer Moscú es intentar sacar provecho de algunos resultados que favorezcan a Ucrania, para incrementar las posibilidades de resolver el conflicto por la vía pacífica. Esto podría incluir una aceptación parcial de su derrota. Por otra parte, buscará escalar la situación si continúa viendo puntos muertos en la relación con Kiev. De acuerdo a Andrei Kuraev, un diácono ruso y comentarista de asuntos eclesiales, Moscú debió haber aceptado que la autocefalia de la Iglesia Ucraniana era inevitable. De hecho, debió haberla ofrecido a Kiev, en vez de esperar a que Constantinopla hiciera eso. Con esto, se aseguraba una relación espiritual fuerte entre ambas iglesias. Sin embargo, en Moscú se prefirió ignorar el problema. Kirill heredó la situación de las tres iglesias, sin hacer nada durane diez años. Pretendió que estaban unidos, y que el problema no existía, afirma Ksenia Luchenko, editora del sitio web ortodoxo pravmir.ru
Hay que mencionar que ninguno de los procesos de autocefalia se dio por la vía pacífica, ni fue inmediato. Es posible contemplar a la Iglesia Ucraniana Ortodoxa ya independiente de Moscú como iglesia nacional. Sin embargo, lo más probable es que no se dé en mucho tiempo, y sin que haya más sangre derramada entre ortodoxos. Posiblemente pueda darse, pero para ello, primero el Kremlin tendría que dejar de meter presión.
Sin embargo, el Kremlin no dejará de ejercer presión, al menos en un buen tiempo. El debilitamiento de la Iglesia Rusa Ortodoxa implica una fuerte pérdida en términos de soft power para él, y por ende, pérdida de influencia.
Mientras tanto, lo más probable que suceda es que el conflicto en Ucrania no se apague, y que ahora se añada la bandera de las respectivas iglesias en los combates de la guerra que ya lleva seis años.
De igual manera, es posible que no sean los actuales dirigentes de las iglesias los que resuelvan el actual conflicto, sino que sus sucesores, quizá con ideas más frescas, estén más abiertos al diálogo.