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El hecho de que "Corre o Vento", de Paula Fuentes y Guillermo Carrera, haya sido finalista en un certamen como el Paradox Film Festival no es casualidad. Su sola sinopsis revela una obra que habita conscientemente en la paradoja: registrar la desaparición para, precisamente, evitar el olvido. Este cortometraje se erige no como un simple documental, sino como un acto de resistencia poética, una pieza de etnografía fantasmagórica que trasciende el mero retrato para convertirse en una invocación.
La propuesta más radical y valiosa de "Corre o Vento" reside en su valiente aproximación formal. Los directores, con orígenes complementarios en la cinematografía y la creación teatral, entienden que para capturar el alma de un lugar como Vilar do Courel no basta con la observación pasiva. La realidad de sus tres últimos habitantes, anclada en un "presente vacío, inmóvil y frágil", es solo una de las capas a explorar.
El verdadero hallazgo del film es su decisión de materializar la capa invisible: la memoria, el mito, el sueño. La sinopsis describe cómo "un espacio onírico parece flotar sobre el real, colándose por sus rendijas". Esto nos habla de una puesta en escena que probablemente utiliza recursos del cine de ficción para expresar una verdad documental más profunda:
La llegada de Branca desde Barcelona funciona como el catalizador clásico: un elemento externo que agita la quietud y permite que lo latente emerja. Sin embargo, el objetivo último no parece ser contar una historia convencional, sino "conservar las voces, gestos y rostros de quienes lo habitan".
Aquí el documental se acerca a su función más antropológica y, a la vez, más emotiva. Al filmar a los últimos guardianes de este espacio, Fuentes y Carrera no solo documentan una forma de vida en extinción, sino que la transforman en historia, en mito. La cámara no es una simple registradora; es una herramienta que confiere permanencia, que convierte una biografía personal en un legado universal. Es un retrato que lucha contra la impermanencia, entendiendo que la reconstrucción poética es, a veces, la forma más honesta de la realidad.
"Corre o Vento" se perfila como una obra de una sensibilidad exquisita y una notable inteligencia cinematográfica. Su acierto es comprender que para hablar del despoblamiento y la memoria rural no hay que mostrar datos, sino evocar sensaciones. Es un cine que se atreve a filmar lo invisible, a escuchar el lamento del tiempo y a darle forma visual.
Su selección en el Paradox Film Festival es el reconocimiento a una propuesta que encuentra su fuerza en la contradicción: es un documental sobre el fin que se convierte en un artefacto para la eternidad. Es un retrato de la muerte de un mundo que rebosa vida en cada fotograma, una vida que se refugia en los sueños, en las leyendas y, ahora, en el propio cine.
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The fact that "Corre o Vento," by Paula Fuentes and Guillermo Carrera, was a finalist at a competition like the Paradox Film Festival is no coincidence. Its synopsis alone reveals a work that consciously inhabits paradox: recording disappearance precisely to prevent oblivion. This short film stands not as a mere documentary, but as an act of poetic resistance, a piece of phantasmagorical ethnography that transcends mere portraiture to become an invocation.
The most radical and valuable proposition of "Corre o Vento" lies in its bold formal approach. The directors, with complementary backgrounds in cinematography and theatrical creation, understand that to capture the soul of a place like Vilar do Courel, passive observation is not enough. The reality of its last three inhabitants, anchored in an "empty, immobile and fragile present," is only one of the layers to be explored.
The film's true discovery is its decision to materialize the invisible layer: memory, myth, dreams. The synopsis describes how "an oniric space seems to float above the real one, seeping through its cracks." This points to a mise-en-scène that likely uses resources from fiction cinema to express a deeper documentary truth:
The arrival of Branca from Barcelona functions as the classic catalyst: an external element that stirs the stillness and allows what is latent to emerge. However, the ultimate goal does not seem to be to tell a conventional story, but to "preserve the voices, gestures and faces of those who inhabit it."
Here, the documentary approaches its most anthropological and, at the same time, most emotional function. By filming the last guardians of this space, Fuentes and Carrera not only document a way of life on the verge of extinction, but they also transform it into history, into myth. The camera is not a simple recorder; it is a tool that confers permanence, that turns a personal biography into a universal legacy. It is a portrait that fights against impermanence, understanding that poetic reconstruction is, at times, the most honest form of reality.
"Corre o Vento" emerges as a work of exquisite sensitivity and remarkable cinematic intelligence. Its success lies in understanding that to speak of depopulation and rural memory, one must not show data, but evoke feelings. It is a cinema that dares to film the invisible, to listen to the lament of time, and to give it visual form.
Its selection at the Paradox Film Festival is a recognition of a project that finds its strength in contradiction: it is a documentary about an end that becomes an artifact for eternity. It is a portrait of the death of a world that brims with life in every frame—a life that takes refuge in dreams, in legends, and now, in cinema itself.
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