El Susurro de los Caracoles

He sido arrojado, no hace mucho, a este rincón olvidado del mundo, un páramo donde la mano de Dios parece vacilar en su toque. No tardé en fraguar alianzas singulares, las cuales me adentraron en el humilde oficio de redactor. Mi estilo de escritura, aferrado a la tradición de la pluma de ave y la tinta, encontró inusitada aceptación a pesar de la omnipresencia de la era informática – un infierno para mi gusto, debo añadir.

Mis previos quehaceres en diversos campos del saber me dotaron de cierta reputación, ahora reconocida en lo que pomposamente llaman las "redes sociales". Ya varios días han transcurrido desde que comencé a interactuar con mis colegas, el director de esta empresa cinematográfica, sus técnicos y, por supuesto, los histriones.

Su ambición: un filme de terror. Y la verdad sea dicha, los lugares elegidos para el rodaje han sido testigos de encuentros con seres espectrales y lo que el vulgo denomina "fantasmas". No les temo, mi alma ha sido templada en incontables investigaciones que me llevaron desde cementerios olvidados y catacumbas, hasta catedrales góticas y edificios vetustos, supuestamente abandonados.

Pero lo que acontece en estos parajes... mi pluma titubea en dar crédito. No se trata de simples manifestaciones o energía residual, sino de algo más personal. Las sombras que se deslizan entre nosotros están ineludiblemente ligadas a uno de los miembros de este equipo.

Sospecho de su identidad, pues su luz es intensa, y a lo largo de su historia ha sido víctima de ataques inexplicables por parte de seres y demonios. No me atrevo a pronunciar su nombre, ¡Dios me libre de tan impía tentación!

Durante este tiempo, he sido su observador silencioso: sus movimientos, su interacción con la compañía, su capacidad para iluminar el camino de todos, a pesar de caminar descalzos sobre lascas cortantes. No se rinde, no se doblega, avanza con determinación a pesar del dolor y los embates que yo, solo yo, percibo dirigidos hacia él.

En ello reside su fortaleza, su divinidad, su luz... la misma que atrae a las sombras en un vano intento por frenar su curso. Pero él, altivo, persiste, cual guerrero samurai después de cada caída.

Su personalidad, fuente de confianza para mí; su respeto hacia mi humilde persona, merecedor de todo mi apoyo. ¡Ay! Lamento que mi estadía en este impío lugar se limite al tiempo del rodaje, pues podría hilvanar relatos fabulosos sobre su ser.

Ahora, mi tarea se centra en la observación y la comprensión. ¿Qué le retiene en este plano terrenal? ¿Castigo o decisión propia? Puede tenerlo todo, y sin embargo, se codea con nosotros, brindándonos su auxilio. Puede inspirar amor por su porte, pero ha cerrado su corazón a las desgracias humanas. Puede hablar con elocuencia y golpear con fuerza, pero su humildad supera a cualquier otra que mis ojos hayan presenciado.

Espero que, al retornar a su creación, la trate con el mismo afecto con que la concibió. De lo contrario, no habrá refugio en la tierra donde podamos escapar.

Me siento elegido por su cercanía, por esta oportunidad de rodar y crear junto a Él, y no dudaré en caminar a su lado.

Pero aún me embarga la duda: ¿conserva aquí todo su poder y el recuerdo de su verdadera naturaleza, o el castigo le ha arrebatado tales dones?