ESPAÑOL/INGLES
Como decía el gran humano Forrest Gump, "Tonto es el que hace tonterías". Y, amigos míos, el mundo parece estar experimentando una explosión demográfica de tonterías a un nivel que desafía toda lógica y cordura. Últimamente, los tontos brotan como setas en un bosque húmedo, invadiendo todos los rincones de nuestra realidad.
Desde las profundidades de YouTube, emergen "gurús" autoproclamados, con canales "divulgativos" que difunden auténticas barbaridades. Sus teorías conspiranoicas, sus interpretaciones erróneas de la historia y sus "análisis" científicos dignos de un niño de primaria inundan la red, confundiendo y desinformando a un público cada vez más susceptible a la charlatanería.
Luego están los tontos de TikTok, que se deleitan en exhibir su ignorancia en vídeos cortos y frenéticos. Sus desafíos estúpidos, sus bailes ridículos y sus "bromas" de dudoso gusto compiten por la atención de millones de espectadores ávidos de entretenimiento barato. No hay límite para la creatividad de estos genios, capaces de convertir cualquier banalidad en un fenómeno viral.
Instagram, por su parte, se ha convertido en el santuario de los tontos "influencers", que pontifican sobre moda, estilo de vida y filosofía con la misma autoridad con la que un loro repite palabras sin entender su significado. Sus fotos retocadas, sus frases vacías y sus poses estudiadas ocultan una profunda falta de sustancia, pero logran acumular legiones de seguidores que ansían imitar su vacío existencial.
Pero la tontuna no se limita a las redes sociales. También ha invadido los espacios "serios" de la cultura y el entretenimiento. ¿Quién no ha presenciado el espectáculo bochornoso de los "peritos" que visitan el programa de Iker Jiménez?
No quiero generalizar, pues el programa ha traído personas valiosas y con un alto nivel de conocimiento, pero me voy a centrar en el tonto. Criaturas que, con una mezcla de arrogancia e ignorancia, pretenden iluminar al público con sus teorías absurdas sobre ovnis, fantasmas y otros misterios inexplicables.
No hay peor tonto que el que se cree superior a los demás. Aquellos que, con una arrogancia que desafía toda lógica, se erigen en jueces y verdugos de la verdad. Opinar es gratis, lo sé, pero hay ciertos niveles, hay tontos que crean cátedras imaginarias, escriben libros plagados de errores y se disfrazan de anarquistas para ocultar su mediocridad detrás de una fachada de rebeldía "progre".
A algunos, la suerte les sonríe, y obtienen un programa de radio en la emisora local. Ahora, el "tonto del pueblo", figura clásica del folklore español, irrumpe en nuestros hogares a través de las ondas, deleitándonos con sus ocurrencias y comentarios de dudosa cordura.
Pero la tontuna no conoce fronteras geográficas. He tenido el "privilegio" de conocer tontos en Colombia, maestros del engaño y la manipulación, y en muchos otros rincones del planeta, donde la estupidez florece con exuberante vitalidad.
Si alguien se atreve a llamarme algo, que sea "payaso". Porque a los tontos se les llama "tontísimos", superlativos grotescos que subrayan su imbecilidad. Pero no existe el "payasísimo", esa figura excelsa que guarda los secretos de los reyes, que hace reír a ancianos y niños, que encarna la esencia misma del espíritu humano.
¡Qué glorioso sería ser payaso!
Un título que trasciende cualquier diploma universitario, un don divino que nos conecta con la alegría y la sabiduría ancestral.
El payaso, ese ser que desafía la lógica y la cordura, que se burla de las convenciones y nos invita a reírnos de nosotros mismos. El payaso, ese rey del espíritu que nos recuerda que la vida es un juego, una farsa cósmica que debemos disfrutar con humor y ligereza.
En un mundo dominado por la seriedad y la solemnidad, el payaso emerge como un faro de esperanza, un recordatorio de que la risa es la mejor arma contra la estupidez y la arrogancia.
Así que, amigos míos, abracemos nuestra propia tontuna, celebremos la irreverencia y riámonos a carcajadas de los tontos que nos rodean. Porque, como dijo el gran humano Forrest Gump, "Tonto es el que hace tonterías", y nosotros, al menos, podemos elegir qué tipo de tonterías queremos hacer.
Fdo. REBEL RECTOR.
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The Realm of Fools: A Chronicle of Contemporary Stupidity
As the great human Forrest Gump used to say, "Stupid is as stupid does." And, my friends, the world seems to be experiencing a demographic explosion of foolishness at a level that defies all logic and sanity. Lately, fools sprout like mushrooms in a damp forest, invading every corner of our reality.
From the depths of YouTube, self-proclaimed "gurus" emerge, with "informative" channels that spread utter nonsense. Their conspiracy theories, their erroneous interpretations of history, and their scientific "analyses" worthy of a primary school child flood the web, confusing and misinforming an audience increasingly susceptible to charlatanry.
Then there are the TikTok fools, who delight in displaying their ignorance in short, frantic videos. Their stupid challenges, ridiculous dances, and dubious "jokes" compete for the attention of millions of viewers eager for cheap entertainment. There's no limit to the creativity of these geniuses, capable of turning any banality into a viral phenomenon.
Instagram, for its part, has become the sanctuary of "influencer" fools, who pontificate on fashion, lifestyle, and philosophy with the same authority as a parrot repeating words without understanding their meaning. Their retouched photos, empty phrases, and studied poses conceal a profound lack of substance, but manage to accumulate legions of followers who yearn to imitate their existential void.
But foolishness is not limited to social media. It has also invaded the "serious" spaces of culture and entertainment. Who hasn't witnessed the embarrassing spectacle of the "experts" who visit Iker Jiménez's program? I don't want to generalize, as the program has brought in valuable people with a high level of knowledge, but I will focus on the fool. Creatures who, with a mixture of arrogance and ignorance, pretend to enlighten the public with their absurd theories about UFOs, ghosts, and other inexplicable mysteries.
There is no worse fool than the one who believes he is superior to others. Those who, with an arrogance that defies all logic, set themselves up as judges and executioners of the truth. Opining is free, I know, but there are certain levels. There are fools who create imaginary lectures, write books full of errors, and disguise themselves as anarchists to hide their mediocrity behind a facade of "progressive" rebellion.
Some are smiled upon by luck, and they get a radio program on the local station. Now, the "village idiot," a classic figure of Spanish folklore, bursts into our homes through the airwaves, delighting us with his quips and comments of dubious sanity.
But foolishness knows no geographical boundaries. I've had the "privilege" of meeting fools in Colombia, masters of deception and manipulation, and in many other corners of the planet, where stupidity flourishes with exuberant vitality.
If anyone dares to call me something, let it be "clown." Because fools are called "foolish," grotesque superlatives that underscore their imbecility. But there is no "most clownish," that exalted figure who keeps the secrets of kings, who makes old and young laugh, who embodies the very essence of the human spirit.
How glorious it would be to be a clown! A title that transcends any university diploma, a divine gift that connects us with joy and ancestral wisdom.
The clown, that being who defies logic and sanity, who mocks conventions and invites us to laugh at ourselves. The clown, that king of the spirit who reminds us that life is a game, a cosmic farce that we must enjoy with humor and lightness.
In a world dominated by seriousness and solemnity, the clown emerges as a beacon of hope, a reminder that laughter is the best weapon against stupidity and arrogance.
So, my friends, let's embrace our own foolishness, celebrate irreverence, and laugh out loud at the fools around us. Because, as the great human Forrest Gump said, "Stupid is as stupid does," and we, at least, can choose what kind of foolishness we want to do.
Signed, REBEL RECTOR.