Prólogo
Por el Dr. José M. Castelo-Appleton
“El viento silbaba entre las encinas, llevando consigo el aroma a tierra húmeda y el miedo que emanaba de los corazones de los hombres. Era el 17 de marzo del año 45 a.C., cerca de la actual Marchena, en el sur de Hispania. Dos ejércitos se enfrentaban en una llanura polvorienta, sus destinos entrelazados en un cruel juego de poder.
A un lado, Julio César, el coloso de Roma, con su mirada penetrante y su voluntad de hierro. A su lado, sus leales lugartenientes, hombres curtidos en mil batallas: Marco Antonio, impetuoso y valiente; Cayo Trebonio, estratega de mente fría; y Décimo Junio Bruto Albino, el joven general que ansiaba la gloria.
Al otro lado, los hijos de Pompeyo el Grande, Gneo y Sexto, herederos de un nombre legendario, pero también de una venganza que ardía en sus venas. Junto a ellos, Tito Labieno, el antiguo aliado de César que ahora se alzaba contra él, consumido por la envidia y el resentimiento.
El sol se reflejaba en las armaduras, creando un espejismo de fuego sobre el campo de batalla. Los legionarios romanos, disciplinados y experimentados, chocaban contra las fuerzas pompeyanas, una mezcla heterogénea de soldados romanos e hispanos, unidos por la lealtad a un nombre y la promesa de un futuro mejor.
La batalla rugía como una bestia salvaje. El clangor de las espadas, los gritos de los heridos, el relincho de los caballos, todo se fundía en una sinfonía de muerte. César, con su característica toga roja, dirigía a sus tropas como un director de orquesta, moviendo sus legiones como piezas de ajedrez.
Labieno, con el rostro marcado por el odio, intentaba contrarrestar cada movimiento de su antiguo amigo. Gneo Pompeyo, joven e impetuoso, lideraba a la caballería en cargas desesperadas, buscando romper las líneas enemigas.
La lucha se prolongó durante horas, sin un claro vencedor. El polvo y la sangre lo cubrían todo, ocultando el horror y la grandeza de aquel enfrentamiento. Fue entonces, en el momento más crítico, cuando César decidió jugar su última carta.
Al frente de la Décima Legión, su favorita, se lanzó al corazón de la batalla, como un torbellino de acero. La visión de su general en primera línea insufló un nuevo vigor a las tropas cesarianas, que redoblaron sus esfuerzos.
La resistencia pompeyana comenzó a flaquear. Labieno cayó en combate, atravesado por una lanza. Gneo Pompeyo, herido y desesperado, huyó del campo de batalla, dejando a sus hombres a su suerte.
Al caer la noche, la victoria de César era indiscutible. Munda había sido un baño de sangre, la última batalla de la guerra civil, un sacrificio necesario para asegurar el poder del futuro dictador de Roma.
Pero en el aire, junto al olor a muerte, flotaba una pregunta: ¿a qué precio la victoria? ¿Cuántos hombres más tendrían que morir para satisfacer la ambición de un solo hombre? La respuesta, como la sombra de la muerte, se extendía sobre el campo de batalla, esperando su momento para volver a surgir.
La noche cayó como un sudario, ocultando la carnicería bajo un manto de estrellas indiferentes. El silencio, roto solo por los gemidos de los moribundos y el lamento del viento, se hizo dueño del campo de batalla.
César, con el rostro manchado de polvo y sangre, recorría las filas de sus legionarios, observando con una mezcla de orgullo y tristeza el resultado de su victoria. Munda había sido una batalla dura, la más difícil de todas las que había librado. "Esta vez, casi me han derrotado", confesó a sus generales, con una inusual muestra de vulnerabilidad.
Pero la victoria era suya, y con ella, el control absoluto de Roma. Los hijos de Pompeyo habían sido vencidos, Labieno yacía muerto entre los miles de cadáveres que cubrían la llanura, y la resistencia republicana se desmoronaba como un castillo de arena.
Sin embargo, en la mente de César, la euforia de la victoria se mezclaba con una profunda inquietud. La guerra civil había dejado cicatrices profundas en el alma de Roma, heridas que tardarían mucho en sanar.
Mientras tanto, en el campamento pompeyano, los pocos supervivientes se reunían en torno a Sexto Pompeyo, el único hijo de Pompeyo Magno que aún quedaba con vida. Joven, inexperto y abrumado por la derrota, Sexto se aferraba a la esperanza de continuar la lucha, de vengar la muerte de su padre y de sus hermanos.
Pero la realidad era implacable. Sus fuerzas estaban diezmadas, sus aliados dispersos, y la sombra de César se extendía sobre toda Hispania. La huida era la única opción, una huida hacia un futuro incierto, lleno de peligros y amenazas.
En los días que siguieron a la batalla, César se dedicó a consolidar su poder. Recompensó a sus legionarios con tierras y dinero, asegurando su lealtad, y persiguió sin descanso a los últimos focos de resistencia pompeyana.
Munda se convirtió en un símbolo de la victoria de César, pero también de la brutalidad de la guerra civil. Los cadáveres de los caídos fueron incinerados en grandes piras, y sus cenizas esparcidas al viento, como un recordatorio de la fragilidad de la vida y la futilidad de la ambición desmedida.
La noticia de la victoria llegó a Roma como un trueno. El Senado, dominado por los partidarios de César, le otorgó nuevos honores y títulos, consagrándolo como el hombre más poderoso de la República.
Pero entre las aclamaciones y los festejos, se ocultaba un sentimiento de inquietud. El poder de César era ahora absoluto, sin contrapeso ni límite. Muchos comenzaban a temer que la República, debilitada por años de guerra civil, estuviera dando paso a una nueva era, una era dominada por la figura de un solo hombre.
Y mientras César se preparaba para regresar a Roma, en Munda, sobre el campo de batalla cubierto de cenizas, el viento seguía susurrando el nombre de los caídos, un lamento que se perdería en la noche de los tiempos.”
....
Comenzando con una hipotética y novelada narración, quise de esta forma honrar el libro que prologo. Este libro, "Marchena es Munda en el Bellum Hispaniense", nos invita a un viaje fascinante a través de la historia, la arqueología y la epigrafía para desvelar un misterio que ha intrigado a los estudiosos durante siglos: la ubicación de la ciudad romana de Munda. El autor, el Dr. José David Mendoza Álvarez, con la meticulosidad de un detective y la pasión de un arqueólogo, nos presenta una investigación exhaustiva que desafía las teorías convencionales y arroja nueva luz sobre un episodio crucial de la historia romana: la batalla de Munda, última batalla de la guerra civil entre Julio César y los hijos de Pompeyo Magno.
La historia de César, con su mezcla de grandeza, ambición y tragedia, ha cautivado la imaginación de la humanidad durante milenios. Sus campañas militares, sus reformas políticas y su trágico asesinato lo han convertido en una figura legendaria, un coloso de la historia cuyo legado sigue influyendo en nuestro mundo actual. La batalla de Munda, en el año 45 a.C., marcó un punto de inflexión en la vida del prócer y en la historia de Roma. Fue en esta batalla, librada en algún lugar de la Hispania Ulterior, donde se enfrentó a sus últimos enemigos, los hijos de Pompeyo, y aseguró su control absoluto sobre la República romana. Sin embargo, la ubicación exacta de Munda ha sido objeto de debate y controversia durante siglos.
El misterio de Munda ha alimentado numerosas investigaciones y ha dado lugar a diversas teorías sobre su ubicación. Algunos estudiosos la han situado en la actual Monda, en Málaga, mientras que otros han propuesto Montilla, en Córdoba, o incluso Ronda la Vieja, también en Málaga. Sin embargo, ninguna de estas teorías ha logrado obtener un consenso definitivo, y la búsqueda de Munda ha continuado siendo un desafío para los historiadores y arqueólogos.
En este contexto, el Dr. Mendoza nos presenta una nueva y audaz hipótesis: Munda no se encuentra en ninguno de los lugares mencionados, sino en la actual Marchena, en la provincia de Sevilla. Esta afirmación, a primera vista sorprendente, se basa en una investigación exhaustiva que combina el análisis de las fuentes clásicas, la evidencia arqueológica y la reinterpretación de inscripciones romanas. El autor nos guía a través de un recorrido minucioso por las fuentes literarias, como el Bellum Hispaniense, atribuido al propio Julio César, y las obras de autores como Plinio el Viejo, Estrabón y Pomponio Mela, que nos ofrecen valiosas pistas sobre la geografía y la historia de la Hispania romana.
Además del análisis de las fuentes literarias, el autor ha llevado a cabo un exhaustivo trabajo de campo en Marchena, examinando los restos arqueológicos y, sobre todo, las inscripciones romanas encontradas en la zona. Es precisamente en la epigrafía donde nuestro estimado doctor encuentra la clave para desvelar el misterio de Munda. La reinterpretación de una inscripción romana, hallada en el convento de Santa Eulalia, a pocos kilómetros de Marchena, revela la existencia de una ciudad llamada Munda, un nombre que había pasado desapercibido para los estudiosos anteriores.
La magia de la epigrafía reside en su capacidad para conectar con el pasado de una forma directa y tangible. Las inscripciones romanas, grabadas en piedra, nos hablan de la vida cotidiana de las personas que vivieron en la Hispania romana, de sus nombres, sus familias, sus profesiones y sus creencias. En este caso, una inscripción romana nos revela la existencia de una ciudad que había sido olvidada por la historia, una ciudad que jugó un papel crucial en la vida de Julio César y en el destino de Roma.
El libro "Marchena es Munda en el Bellum Hispaniense" es una obra de gran valor para los estudiosos de la historia romana, la arqueología y la epigrafía. La investigación rigurosa y exhaustiva, nos invita a replantearnos nuestras ideas sobre la ubicación y nos ofrece una nueva perspectiva sobre un episodio clave de la historia romana. La combinación de análisis de fuentes clásicas, trabajo de campo y reinterpretación epigráfica convierte este libro en un modelo de investigación histórica, un ejemplo de cómo la combinación de diferentes disciplinas puede ayudarnos a desvelar los misterios del pasado.
La obra no solo nos revela la ubicación de Munda, sino que también nos ofrece una visión fascinante de la vida en la Hispania romana. A través de las páginas de este libro, podemos imaginar las legiones romanas marchando por los campos de batalla, los comerciantes negociando en los mercados y los ciudadanos romanos construyendo sus ciudades y sus vidas en una tierra lejana. La historia de Munda es una historia de guerra, de poder y de ambición, pero también es una historia de la vida cotidiana de las personas que vivieron en la Hispania romana, personas que, como nosotros, amaron, sufrieron y soñaron con un futuro mejor.
"Marchena es Munda en el Bellum Hispaniense" es un libro que nos invita a reflexionar sobre el pasado, a comprender el presente y a imaginar el futuro. La historia de Munda, con su misterio, su magia y su conexión con la figura legendaria de Julio César, nos recuerda que el pasado sigue vivo en el presente y que la búsqueda del conocimiento es un viaje sin fin que nos enriquece como personas y como sociedad.
No podemos olvidar que la búsqueda de Munda no es solo una búsqueda de un lugar en el mapa, sino también una búsqueda de la verdad histórica. La historia, como la arqueología, es una disciplina que se construye sobre la base de la evidencia y la interpretación. El Dr. Mendoza, con su investigación, nos recuerda la importancia de cuestionar las teorías establecidas y de buscar nuevas evidencias que nos permitan comprender mejor el pasado.
La historia de este libro, como la historia de la humanidad, es una historia de cambio y transformación. Las ciudades nacen, crecen, prosperan y, a veces, desaparecen, dejando tras de sí solo ruinas y recuerdos. Munda, la ciudad que fue testigo de la última batalla de Julio César, desapareció de la faz de la tierra, pero su memoria ha perdurado a través de los siglos gracias a las fuentes literarias y los restos arqueológicos. La investigación presente nos permite reconstruir, al menos en parte, la historia de esta ciudad perdida y comprender su importancia en el contexto de la historia romana.
La batalla de Munda, como todas las guerras, fue un episodio de violencia y destrucción. Sin embargo, también fue un momento de cambio y transformación que marcó el final de una era y el comienzo de otra. La victoria de César en aseguró su control absoluto sobre Roma y sentó las bases para la creación del Imperio romano. La historia de Munda, por lo tanto, es una historia que nos habla del pasado, pero también nos habla del presente y del futuro. Nos habla de la capacidad del ser humano para crear y destruir, para amar y odiar, para construir y transformar el mundo que lo rodea.
El libro "Marchena es Munda en el Bellum Hispaniense" es una invitación a la reflexión, un viaje a través del tiempo y el espacio que nos permite conectar con el pasado y comprender mejor el presente. La historia de Munda, con su misterio, su magia y su conexión con la figura legendaria de Julio César, nos recuerda que el pasado sigue vivo en el presente y que la búsqueda del conocimiento es un viaje sin fin que nos enriquece como personas y como sociedad.
Enhorabuena al Dr. Mendoza Álvarez por su valiosa contribución a la historia y la arqueología, y gracias a los lectores por embarcarse en este fascinante viaje a través del tiempo y la memoria.