Me preocupa, y mucho, el peso de la ignorancia en el mundo actual. No me refiero a la falta de conocimiento sobre un tema específico, sino a esa ignorancia profunda, arraigada, que se niega a aprender, que se regodea en la simpleza y que se atreve a opinar con la misma contundencia que quien ha dedicado su vida al estudio y la reflexión.
Me inquieta ver cómo la democracia, ese sistema que en teoría debería garantizar la igualdad y la participación de todos, se ve socavada por la proliferación de opiniones sin fundamento.
¿Cómo es posible que un voto emitido desde la ignorancia más absoluta tenga el mismo valor que el de quien ha invertido tiempo y esfuerzo en comprender el mundo que le rodea?
¿Cómo es posible que la voz de quien se informa a través de titulares sensacionalistas y memes tenga el mismo peso que la de quien se nutre de libros, documentos y análisis rigurosos?
No, nunca he creído en la democracia como panacea.
La historia está plagada de ejemplos que demuestran cómo las mayorías, manipuladas por demagogos y propagandistas, pueden tomar decisiones desastrosas. Pero tampoco creo en la dictadura, en la imposición de la voluntad de unos pocos sobre la mayoría.
Entonces, ¿cuál es la solución?
No tengo una respuesta fácil, una fórmula mágica que resuelva este dilema. Pero estoy convencido de que el conocimiento es la clave. Una sociedad educada, crítica, consciente de la complejidad del mundo, es menos susceptible a la manipulación y más capaz de tomar decisiones informadas.
La ignorancia es atrevida, sí.
Se atreve a opinar sobre lo que desconoce, a juzgar lo que no comprende, a condenar lo que no ha experimentado. Y esa ignorancia atrevida es una amenaza para la democracia, para la justicia, para el progreso de la humanidad.
Es hora de reivindicar el valor del conocimiento, de la reflexión, del pensamiento crítico.
Es hora de combatir la ignorancia con educación, con diálogo, con la promoción de una cultura que valore la verdad y la complejidad. Solo así podremos construir un mundo donde las opiniones se fundamenten en el conocimiento, y donde las decisiones se tomen con responsabilidad y conciencia.